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Mensaje del 11 de Septiembre de 2006

Seré más clara, el otro es nuestro hermano, no está dentro de uno sino frente a uno y mi respuesta debe ser el amor.

Mensaje del 11 de Septiembre de 2006

Habla Artemio:

11 de Septiembre de 2006.

Dice Nuestra Madre, la Virgen:

La existencia de todas las personas tiene sentido, es decir, su existencia tiene sentido en la medida en que han descubierto al otro como una realidad distinta.

Seré más clara, el otro es nuestro hermano, no está dentro de uno sino frente a uno y mi respuesta debe ser el amor.
En la medida en que uno tenga frente a sí al hermano y no sea capaz de amor, su existencia está vacía, muy vacía y como decía Mi Hijo el otro día y que también Yo algo les dije: cuando delante de alguien somos incapaces de amor habrá que reconocer que tenemos en nuestro interior un desierto completo, total, y en ese desierto tendremos que sembrar las semillas de nuestra humildad, de nuestra comprensión, por fin entender la alteridad con los hermanos.

¿Son ustedes Mis queridos capaces de abrazar la causa de la persona para amar a los demás?, ¿por qué pienso Yo esa tremenda lucha por querer imponer las propias ideas?, nunca supongamos que el otro no sabe, no puede, no quiere, no debe.
Es cierto Mis queridos, en general los hombres no quieren reconocer la excelencia en el hermano, o bien que el hermano les hace sombra, o bien están celosos de que el otro hermano, pero no considerado así, tenga en sus labios y especialmente en su mente algo creativo que le inspirará el amor que profesan, lo que el otro día llamábamos: tener el gusto por la persona, mientras no alcancen esto, la existencia está vacía y en esa existencia vacía el miedo es el factor decisivo en todas las formas de actuar.

Yo no les pido que tengan la fe de Abraham porque él cree en la vida a pesar de la esterilidad y de la muerte. Tendremos que volver a mirar en la Sagrada Escritura cuánto grande era la fe de Abraham, la fe de este hombre emociona y consuela. Piensen Mis queridos que Abraham no tenía una historia donde hechos significativos pudieran darle esa seguridad, sin embargo él creyó, su fe borró
todos los obstáculos, él creyó que Isaac nacería.

Yo no les pido tanta fe como la de Abraham pero todos tienen que aspirar a una fe así, que no es ni más ni menos que la fe que pide Mi Hijo cuando habla de que podrían cambiar de lugar las montañas y hacer que sea hasta lo imposible.

Y ahora los invito a decir de una manera distinta siempre, con otra profundidad, con otra fe, con otra proyección: Dios te Salve María llena eres de gracias el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, Amén.

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