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Mensaje del 15 de Febrero de 2000

Cuando Mi Hijo se empeña en llevar adelante planes grandiosos siempre utiliza lo más pequeño que hay, porque en lo más pequeño no tiene que arreglar nada, porque aquellos que son grandes o se creen grandes tienen que adaptar montones de formas, actitudes, etc., mientras que aquellos que ni se creen ni son nada en ellas Mi Hijo puede hacer todo en forma inmediata y cosas muy grandes.
Mensaje del 15 de Febrero de 2000

Habla Artemio:


Hoy es día 15 de Febrero del 00.

Señor estás como el Sagrado Corazón de Jesús hoy, apenas si se ve entre tu túnica entreabierta tu Corazón así medio en sombras, sí, se ve Señor, que la túnica está pegada sobre el hombro derecho por la herida de tu cruz, como siempre lleno de Santos Señor, que maravilla.

Dice Jesús:


Y en el principio era el Verbo y el Verbo estaba en Dios y el Verbo vino a los hombres y los hombres no lo reconocieron.

De repente hace un momento tuviste una intuición, generosa al máximo, tu mente en un instante, Yo te permití, que tu mente en un instante abarcara todos los enfermos a los cuales te referías para que se aplicara sobre ellos toda Mi Misericordia.

Bienaventurados los que en el día o en la noche levantan su voz para pedir por sus hermanos; bienaventurados, aquellos que se preocupan de buscar los vestigios en la herencia de enfermedades de todo tipo, para que se aplique sobre ellos Mi Misericordia y se eviten tantos sufrimientos en el hombre; bienaventurados aquellos que entendieron que el sufrimiento bien tomado en forma adecuada puede ser muy provechoso para el hombre pero que entendieron que el hombre no debe sufrir y que en todo caso el sufrimiento debe ser aprovechado cuando por la vida o por lo que sea aparece; bienaventurados, aquellos que en la noche solos o en compañía trepan por la ladera muy empinada de la montaña del bien, de la justicia, del querer ver felices a los hombres; bienaventurados, porque entendieron el Evangelio; bienaventurados aquellos que, solamente dejan pasar por su mente ideas para beneficiar al prójimo, cercano o lejano, bueno o malo, lindo o feo, amigo o enemigo.

Que estas formas de decir sean tenidas en cuenta por todos los hombres, aunque saben qué es lo que Yo quiero pero me gusta siempre recordárselos.

Dice Nuestra Señora:

Que nada nuble en ustedes, que nada nuble el cielo despejado que hay en vuestras vidas, ese es Mi deseo en este día y en adelante, me refiero a vos, a quien te acompaña y a las personas que se reúnen para alabar al Señor.

Cuando Mi Hijo se empeña en llevar adelante planes grandiosos siempre utiliza lo más pequeño que hay, porque en lo más pequeño no tiene que arreglar nada, porque aquellos que son grandes o se creen grandes tienen que adaptar montones de formas, actitudes, etc., mientras que aquellos que ni se creen ni son nada en ellas Mi Hijo puede hacer todo en forma inmediata y cosas muy grandes.

Yo también voy a decir: bienaventurados aquellos que son lerdos en pedir para sí mismos y sumamente rápidos y generosos para pedir por los demás; bienaventurados, aquellos que no extienden su campo de acción solamente a los que quiere o están cerca, sino que borra las fronteras de las naciones para llegar a todos los hombres; bienaventurados aquellos que no reconocen fronteras dentro de la humanidad, fronteras de ninguna especie; bienaventurados porque pueden ser instrumentos tan valiosos en las manos de Mi Hijo; bienaventurados aquellos que no saben qué va a pasar mañana pero que se entregan totalmente al Señor porque saben que en mejores manos no puede estar; bienaventurados los que pueden mojar sus ojos cuando los demás logran ser felices porque han entendido lo que es dar.

Dice la Madre Teresa:

Felices aquellos que no hace falta repetirle muchas veces estas cosas de las que habló Jesús y María para entenderlas y ocuparse de ellas; bienaventurados o felices aquellos que no hace falta pedirles con insistencia, porque saben inmediatamente que es, cuánto y cómo pueden darlo; felices aquellos que comparten el pan; felices los que entendieron que también puede llenarse el corazón de pan de amor en tantos seres que consideran su vida ya sin sentido y sin retorno.

Dice la Beata Faustina:

Felices, pero muy felices aquellos que están diariamente husmeando por saber un poquito más los alcances de la Misericordia del Señor; felices sí, muy felices los que entendieron que Jesús es sinónimo de amor y Misericordia; muy felices aquellos que no les hace falta que le repitan sobre los alcance del amor Divino porque tratan de ponerse a la altura de entendimiento; felices, muy felices aquellos que no distinguen el día de la noche, en silencio caminan y su paso deja una estela de perfume con el nombre de compasión, con el nombre de Misericordia, con el nombre de Misericordia, con el nombre de descubrir quién es su prójimo.

Dice San Martín de Porres:

Bienaventurados, felices o dichosos o como quieran decirle a aquellos que pueden mirar una piel negra y sentir lo mismo que por una piel amarilla, blanca o cobriza; bienaventurados todos aquellos que no niegan sus antecedentes y bajo ninguna naturaleza creen que pueden ser mal interpretados si luchan por lo que consideran justo; bienaventurados aquellos que se toman a pecho la causa de la justicia, en todos los órdenes, con los que fueron, son y serán porque son los bien amados del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; y muy bienaventurados aquellos que al lado de la justicia han entendido que necesariamente debe acompañarles la palabra amor, porque es corta la justicia si no tiene el amor que la sustenta, justicia al fin pero más aún, con la infraestructura del amor; bienaventurados, felices, dichosos todos aquellos que se dan la mano para luchar por las causas justas, para ver brillar el sol todos los días de formas diferentes, por alegrarse con el nacimiento de una hoja o de una flor o por la sonrisa de un niño que logró superar una enfermedad terrible.

Dice Emiliano Tardiff:

Bienaventurados todos los que entendieron que los pueblos americanos por fin deben decir su palabra, porque aún no pudieron decirla; bienaventurados aquellos que sienten un dolor en el pecho cuando piensan en todos los analfabetos de esta América irredenta; bienaventurados por siempre los que abrazan la causa de los desarrapados, porque su nobleza no tiene límites; bienaventurados aquellos que entendieron que no hace falta hacer grandes distancias y que en el lecho, en una silla o en un banco pueden contribuir a la redención del hombre; bienaventurados, bienaventurados los que quieren que por fin se haga justicia con todos los atropellos a las razas americanas y a las que no lo son, porque tal vez no tengan necesidad, digo en sentido figurado de gozar de la Bienaventuranza Eterna porque ya la están gozando aquí sobre la Tierra.

Dice San Artemio:

Dichosos los que diariamente descubren todo el valor que hay en los primeros siglos del Cristianismo; dichosos los que entendieron todo lo que significó en la Iglesia cuando no estaba protegida por el poder de turno; dichosos los mártires que entendieron lo que valía el martirio más allá de cualquier cosa; dichosos aquellos que, supieron dar el ejemplo con sus vidas para que hombres como yo pudieran convertirse; dichosos, dichosos aquellos que descubren en todo el pensamiento de los primeros tiempos del Cristianismo valores fundamentales y verdades esenciales que montones de siglos posteriores quisieron tapar con tierra y que en general lo consiguieron; dichosos, más que dichosos, los que escarban dentro de la historia para encontrar valores genuinos y resaltar sus verdades y hacer justicia con sus vidas.

Dice el Padre Pío:

Solamente yo voy a decir una cosa, después de tantas cosas hermosas que oí, pero creo que la mía va a ser más hermosa que todos, no quiero ponerme en conflicto ni en litigio pero quiero repetir las palabras de aquella mujer, que no sabemos que nombre tenía pero que viendo al Señor hecho un desastre en la cruz, llevando la cruz, gritó con toda su alma: “bienaventurada el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron”.

La Mama Nostra lo merece todo ¿no?, por ella pasan todas las gracias que
concede el Señor, la Mama Nostra, ámenla mis queridos, ámenla, amen a la Mama Nostra, con toda las fuerzas de que son capaces y toda vuestra vida será otra cosa.

Amén.

Habla Artemio:

Alabaré, alabaré, alabaré, alabaré, alabaré a mi Señor….

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