Mensaje del 03 de Agosto de 2004

Es cierto, los hombres son involubles, cambiantes, pero el amor de la Divinidad permanece siempre, desde siempre y para siempre.

Mensaje del 03 de Agosto de 2004

Habla Artemio:

Madre Teresa, Eduardo Pironio, el Cardenal de la Iglesia, está el Padre Guillén que era vecino de ustedes allá en Teodelina, Gabriel Guillén, viene siempre, Emiliano Tardiff, Santa Faustina, Santa Teresita, la Madre, la Virgen María, San Francisco de Asís, San Francisco de Paula, San Benito y San Pío de Pietralcina, San Martín de Porres, bueno después hay familiares, hay muchas personas, algunos no los conozco, deben ser familiares de ustedes.

Bien, dice el Señor entonces en este día 03 de Agosto de 2004.

Dice Jesús:

Un mandamiento nuevo les he dejado: “que se amen unos a otros como Yo los he amado” y a medida que avanzan en la vida “conozcan al Padre”, que al conocerlo me conocen a Mí, conocen al Espíritu Santo y conocen todo.

Es cierto, los hombres son involubles, cambiantes, pero el amor de la Divinidad permanece siempre, desde siempre y para siempre, quien me toma de la mano no es por un día o dos sino que es para siempre, quien confía en Mi no es que solamente reciba la protección en el momento de confiar, nooo, siempre. Como sería distinto ante cada cosa, porque en los momentos difíciles los seres humanos no tienen ni la apertura ni el corazón lo suficientemente abierto para decirme qué les pasa, por eso las cosas conviene que me las digan cuando están bien, porque en el momento en que están mal no se acuerdan, no pueden o están muy, muy sujetos a lo que les está pasando.

Si hay algo que me gusta es que confíen siempre en Mí, nunca pongan en duda el amor que les tengo y por ahí alguno preguntará: ¿y si no termino de sanarme?, bueno, será que las cosas no están tan bien hechas, en el sentido de que no me han entregado todo, Yo quiero que todo el equipaje de tantos años me lo dejen a Mí, me lo ofrezcan, Yo lo quemo con Mi amor y listo y ya no tiene más existencia, listo ¿mmm? y además es tan saludable decir: Señor, me ofrezco a vos y ofrezco a todos aquellos que amo porque, que más puedo darles que ofrecértelo a vos Señor y a tu Mamá, entonces cuando se establece esa relación con la Divinidad todo lo que sigue después es tan simple, ¿qué miedo puede haber?, ¿qué temor?, ¿qué problema?, si están conmigo.

Cuando el hombre depositó todo su ser en Mí que descanse tranquilo porque Yo me ocuparé de él para siempre, es Mi trabajo ocuparme del amor para siempre, y digan: si Jesús está conmigo ¿quién en contra mío?. Digan a quién los quiere escuchar: he respirado el mismo aire que respira Jesús, el Hijo de Dios y Dios mismo, he respirado el aire de María Santísima, de los Santos y ya siento que dentro de mí todo es diferente, agradézcanle al Señor que son seres privilegiados porque esto que pasa en este momento es el único lugar en el mundo que pasa, entonces con más razón confíen en Mí, porque ustedes están aquí, pero ¿quién creen ustedes que los trajo a este lugar?, Yo los traje, porque los amo y quiero hacerles todo el bien. Siéntanse amados, sientan en este momento que además del aire que respiran tienen sobre ustedes todas las Gracias de Mi Misericordia, que caen como si fuera una pequeña llovizna sobre ustedes, ¿qué más pueden pedir?, lo tienen todo, el resto se da por añadidura.

Les amo profundamente, les amo para siempre y si alguna vez se enojan conmigo por algo a Mi no me hace nada, Yo los sigo amando igual, denme permiso para que los ame siempre, siempre.

Amén.

Habla Artemio:

Cuando los Santos así hablan en las Revelaciones, lo dijo una vez Jesús, Él es como si los autorizara a expresar lo que quieren expresar, además cuando se está en la Bienaventuranza Eterna hay un denominador común de pensamiento, tenemos delante de nosotros a San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars. Ustedes saben que es muy chiquito, muy delgadito, además su rostro no es muy agraciado y da la presencia..., su presencia da la impresión de que todo en él fuera precario, sin embargo es el Patrono de los Sacerdotes que son Párrocos, pero mejor yo no digo más y lo escuchamos a San Juan María Vianney.

Dice San Juan María Vianney:

No, no me resulta tan fácil hablar a mí, nunca me resultó, por supuesto que tengo que decir algunas cosas que…, que me ocurrieron.

Fui siempre problema yo, porque no podía aprender, es decir, había como una resistencia a aprender lo que me enseñaban, yo siempre creí que las cosas iban por otro camino y no tanto por la cantidad de filosofía y teología que querían enseñarme y el latín para mí era un horror, entonces la filosofía me la enseñaron en francés.

Voy a ser breve, no quiero insistir demasiado pero, yo fui un problema en el Seminario porque lúcido no era, era precario, por lo menos a los ojos de los hombres, es decir como dijo la palabra de hoy: “pequeñito”, y además ¿saben?, yo no tenía vocación para el Sacerdocio, no, así como se entiende la vocación, sí tenía una vocación muy grande por la persona, entonces yo hubiera sido lo que hubiese sido siempre estaba a disposición de las personas, totalmente, pero el Señor quiso que fuera a través del Sacerdocio y se reunieron cuando tuvieron que ordenarme a mí antes y discutían todos estos señores, algunos con ropas de lujosos y vistosos colores y decían: ¿cómo vamos a ordenar a un Sacerdote así?, mirá, algunos creían que yo era tonto; es decir, ellos tenían modelos para medir, yo no entraba en sus modelos, en sus parámetros, entonces era tonto, pero al último decidieron ordenarme y dijo uno muy..., muy con voz alta, no me puedo expresar muy bien, perdonen, dijo con voz alta: bueno pero si lo ordenamos mandémoslo a un lugar que haya muy poca gente y un lugar donde sea visto por lo menos…, las menos personas posibles, porque este Cura nos va hacer quedar muy mal, es decir lógico, si era tonto cómo podía hacerlos quedar.

Y por eso me asignaron a ese pequeño pueblito llamado Ars, Ars y a pesar de que hice visitas a otros lugares pero ahí estuve mucho tiempo, toda mi vida diría yo. Eran tiempos difíciles en Francia, no voy a entrar en detalles en eso pero había todo un pensamiento tan lejano a nuestro Señor, bueno y de repente me encontré allí en Ars; ustedes dirán: ¿por qué Juan María Vianney cuenta esto?, porque el Señor me dijo que lo contara. Bueno, cuando llegué yo dije: más solo que aquí imposible, entonces empecé a hablar con la gente, poquito, porque no, no tenía facilidad de comunicación, pero se ve que era tan mísero yo que les caí simpático y ya algunas señoras me decían: Padre, le voy a hacer la comida para que usted coma bien porque está muy delgado, yo le decía: ¡noo!, querida noo, comida noo, yo hago hervir los lunes papas y después las dejo en un canasto, me alcanzan para toda la semana.

Por las dudas algunos de ustedes no quiere creer en esta Revelación, yo estoy usando datos que están en las actas de canonización, asi que esto es fácilmente comprobable. Y ¿qué hacía yo en Ars?, al principio no tanto, pero cuando fue pasando el tiempo trabajaba hasta veinte horas por día y la mayor parte la pasaba en el confesionario, entonces yo pensaba: cómo voy a hacer las Homilías si soy tonto, si no entiendo, y en esas largas noches yo le decía al Señor: dame un poquito de Luz para decirles en la Misa algo que valga y mis sermones eran muy cortitos, eran expresiones muy simples sobre cómo se debe organizar una familia, cómo tienen que querer los padres a los hijos, los hijos a los padres, les hablaba de todas esas cosas simples y así con mi lenguaje llano, cuando fue pasando el tiempo me pareció que no era tan tonto porque a la gente le gustaba lo que les decía, claro, también viene un poco a cuento que yo no entendía a los Curas cuando daban las Homilías entonces yo dije: yo no puedo hacer lo mismo, yo tengo que hablar muy fácil para que todos me entiendan y se ve que eso les gustó a los que habitaban en Ars porque cada día tenía más personas en las Misas, pero les digo, la mayor parte la pasaba en el confesionario, lo hacía con tanto amor eso que más tarde llegaron a decir: aquél que se confiesa con el Cura de Ars cambia para siempre, y sí pero yo no hacía nada del otro mundo ¿eh?, solamente quería ser un fiel testigo del Señor, solamente, nada más.

Y mi humor a veces no era tan bueno porque..., tal vez porque me alimentaba mal también, siempre medio enfermo, es decir piensen en lo último…, bueno yo era lo último, en todos los órdenes lo último, cuando ya no se puede pensar nada bueno ahí entro yo, y además tenía mis salidas ¿no? porque un día me dice una señora: Padre, usted que es tan bueno dígame ¿cómo hago para llegar al Cielo?, y entonces con mi genio un poco no tan bueno ¿no?, la miré de arriba abajo y le dije: señora, coma menos porque las puertas del Cielo no son tan anchas. Es decir, había todo un significado detrás de eso pero la gente se extrañaba con esas formas y esas salidas mías.

Ahora, quien realmente me molestó y me hizo la vida muy difícil fue el demonio, me hizo la vida difícil porque a veces me levantaba en el aire con confesionario y todo, otras veces en la noche para que no descansara me hacía ruidos en la almohada, o si no me martillaba sobre el techo de lata para que no descansara y al día siguiente no pudiera hacer las cosas bien. Pero la cuestión es que más de treinta años me persiguió el demonio todos los días ¿eh?, sí, hasta una vez me quemó la casa, me quemó la cama y todo; es decir, como no me podía hacer nada a mí me quemó lo mío, pero yo tenía, porque era muy devoto de las reliquias de los Santos yo y tenía sobre una mesita las reliquias de Santa Filomena y entonces el fuego se detuvo justo ante las reliquias de Santa Filomena y la gente lo decía muy así como si nada fuera: el demonio le quemó la casa al Cura.

Un día haciendo un exorcismo el demonio me dijo, no está bien que lo diga pero el Señor quiere que lo diga, el demonio me dijo: mirá Juan, con esa voz tan fea que tiene el demonio, mirá Juan, si hubiera tres en el mundo como vos, mi reino, el reino del mal estaría perdido. ¿Sabés por qué te digo esto Artemio?, porque hace un tiempo ya Jesús te dijo lo mismo a vos, pero ya no..., te lo dijo Jesús, no te lo dijo el demonio, a mí me lo dijo el demonio, incluso una vez hasta tomó la forma de la Virgen este desgraciado y yo tenía un método infalible, me hacía la señal de la cruz y lo ponía en fuga, porque el demonio es muy hábil, muy sutil, se mete donde puede y hasta donde no puede pero es muy débil, la señal de la cruz lo pone en fuga inmediatamente, inmediatamente.

Y así fue pasando mi vida en Ars, llegué a estar hasta trece, quince horas dentro del confesionario, incluso también, a pesar de las revueltas políticas y todo ese desorden, que prácticamente no llegaba nada a Ars, pero llegaron algunos a decir: bueno, todos estos presos, estos condenados que nadie puede hacer ningún bien con ellos los vamos a llevar a Ars para que los confiese el Cura así se convierten, y bueno, yo los trataba como a cualquiera, les hablaba del amor de Jesús y se lo decía como yo lo sentía y siempre notaba que las personas cuando terminaban de confesarse se iban llorando y alguna vez pensaba: le habré hablado tan mal que lo hice llorar, pero después me di cuenta que no, que estaban emocionados porque les había hablado muy, muy caritativamente, no, mejor dicho: muy amorosamente de Jesús.

Yo siempre estuve enamorado de Jesús de una forma tan grande y fíjense que yo no tenía vocación de Sacerdote pero tenía vocación por la persona, entonces dije: lo que hago lo tengo que hacer bien y lo hice hasta las últimas consecuencias bien, como…, bien como a mí me parecía y no debe ser tan feo lo que hice porque el actual Papa que tienen me puso como modelo de virtudes ante los Sacerdotes, y yo pienso: ¿qué virtudes tuve yo?, bueno, no sé, no sé qué virtudes tuve, yo creí que nunca tuve nada, que era un operario del Señor, humilde, sencillito nomás, muy precario, que seguramente no hacía las cosas tan bien.

Y por ahí empezaron a decir que yo hacía milagros, pero yo no hacía nada más que poner las manos sobre las personas en nombre del Señor, pero una vez que una señora se le pasó del cuello un tumor muy grande que tenía a la vista de todos, le pasé la mano y desapareció, se hizo un lío bárbaro che, se hizo un lío bárbaro, yo me encerré tres días porque si no la gente..., la gente cuando ve milagros se vuelve muy fanática, muy fanática y decí suerte que todas esas noticias no llegaban a mi Obispo, decí suerte, pero mis compañeros, es decir hermanos en el Sacerdocio, al principio no, pero también un poco y después por..., no sé por qué, es cierto, venía mucha gente a Ars para confesarse conmigo y hasta venía gente de muy lejos. Entonces, los Curas, mis hermanos, dijeron: no, no podemos hacer esto, no podemos dejar que Juan María Vianney siga así, tenemos que denunciarlo al Obispo para que lo saque de aquí y lo mande a ningún lugar, porque yo era misterioso, porque luchaba con el demonio, porque no hacía las cosas como los demás, yo hacía las cosas como la quería Jesús, no me importaba las otras cosas, nunca me importaron, yo decía: el Espíritu Santo habla en mí entonces tengo que seguir lo que el Espíritu Santo me dice.

Una vez, justamente con estos Curas que no me querían, no del lugar, es decir repartidos no tan lejos pero se conocía que yo estaba ahí y seguramente les molestaba por algo, entonces un buen día hacen una carta al Obispo diciéndole que me retirara del Sacerdocio, que me retiraran todo y tuvieron tan mala suerte pobrecitos que la carta calló en mis manos y ¿qué hice yo?: firmé yo también, firmé yo también al Obispo para que me sacara de ahí, pero no, no, yo decía: pero qué tienen estos hombres para ponerse celosos de mí, tengo una presencia miserable, no tengo propiedades, no tengo dinero, no tengo nada, lo único que tengo y es maravilloso es el amor por el Señor, tanto, tanto lo amé siempre y lo amo y todo lo que decía era para hablar de Él y esa vez que me dijo el demonio: si hubiera tres como vos el reino del mal estaría perdido... (se dio vuelta la cinta) ... .

Y así fui pasando mi vida, creo que en Ars se hicieron muchos milagros, tantos pero tantos, ahora, te voy a decir: ninguna autoridad eclesiástica se dio por enterada de eso, porque normalmente los Curas no creen en milagros, porque milagro es lo diferente, ellos se manejan con otras estructuras y entonces el milagro los asusta, pensá bien, pensá: los Curas no creen en milagros, en general digo, y el Señor me regaló tanta gente que solucionó sus problemas, se sanó de sus males, compuso su familia, todo, todo, realmente hermoso. Ahora te lo voy a decir: sabés que cosa tuve siempre yo como, lo voy a decir con una palabra un poco difícil, denominador común: la soledad, porque yo lo tenía a Jesús en mi alma y Él me tenía a mí, pero también necesitaba otros afectos, necesitaba otros afectos y esto es muy importante decirlo porque la vida es otra forma de decir Dios y entonces la vida de un hombre está llena de aspiraciones, deseos, inquietudes, claro antes que otra cosa es un hombre y entonces yo pensaba: que pena, tal vez podría hacer más cosas si no estuviera tan solo, fue muy grande mi soledad; cualquiera diría: pero si lo tenés a Jesús ¿qué vas a tener soledad?, sí, está muy bien, está muy bien, pero también necesitamos una sonrisa humana, necesitamos una mano afectuosa, necesitamos una palabra, un gesto que nos regalen los demás y a mí siempre me iban a pedir, dar era muy difícil y cuando sucedían milagros la gente salía gritando pero del menos que se acordaban era de mí, yo no tenía nada que ver con el milagro pero, bueno, decir: gracias por lo que rezó Padre, no era mucho, pero no.

Y así fui pasando mi vida hasta que he muerto y..., te digo la verdad: me quedé de una pieza cuando pasé a este lado porque estaban un montón esperándome, pero sobre todo Jesús en medio de todos ellos me dice: Juan María, entrá en Mi Reino que tan honradamente mostraste, defendiste y amaste, entrá Juan María, entrá en Mi Reino. No me lo esperaba yo eso ¿sabes?, y porque como siempre fui tonto, como a nadie le llamaba la atención lo que yo decía, tan…, recibimiento tan grande me llamó mucho la atención y después empezaron con todas esas cosas de..., de hacerme Santo viste, pero yo no me tragué nunca la píldora, yo sigo siendo Juan María, aquél hombre, triste, feo, chiquito, que la naturaleza no le dio nada, pero él se vengó maravillosamente dando toda la naturaleza a los demás; alguno dirá: y el Cura era tan feo y tan tonto que lo único que hacía era escudarse en Jesús, y yo decía: gracias que puedo escudarme en Él porque entonces todo lo que hago vale, pero a pesar de eso cuando te meten en la cabeza que sos tonto, que sos inservible, que esto, que lo otro no se te pasa tan fácil.

Y dije todo esto en este día porque..., porque no entiendo cómo me quieren poner de modelo, lo mío fue tan simple, fue tan poco, y sí, habrán inventado tantas virtudes, sí, tantas, por eso me ponen como Protector, como Patrono, pero a mi lo que realmente me maravilla es que aquél que amé tanto en mi vida, del que estuve enamorado siempre me recibió divinamente y me hizo gozar y me hace gozar de lo que nunca gocé en ningún lugar, parecería que todo lo que se me negó antes se me dio todo después.

No sé si querés saber más sobre mi vida te cuento en privado si queres u otro día y no hay muchas biografías sobre mí, yo los datos que te di los saqué de las actas de Canonización, están en el Vaticano, pero no sé todavía, se ve que el Señor los apretó a estos buenos señores para que fuera rápido mi proceso de canonización porque yo decía, ya de este lado decía yo: pero cómo, ¿qué tienen en cuenta de mí?.

Por eso, ¿sabés?, yo siempre estuve aquí, vengo siempre y ya desde, hace diez años dije muchas cosas, la primer, que me la hizo decir la Virgen a los Sacerdotes de todo el mundo cómo tenían que ser, lo primero que dije aquí. Por eso, si querés pregúntame algo, si querés preguntarme algo en privado después cuando esté solo.

El Señor quiso que dijera esto, yo no lo hubiera dicho pero es necesario conocer un poco también, como vos dijiste antes: cuando uno conoce algo es más fácil quererlo, amarlo.

Bueno, ahora me voy, yo me quedaría porque aquí estoy muy bien pero me tengo que ir, o mejor dicho: vos tenés que pasar otra vez a la realidad de tu mundo ¿eh?, te visito siempre, yo sé que me amás a mí.

Sepan que yo lo amo a todos ¿eh?, sepan que intercedo siempre delante del Señor por ustedes y yo desde el comienzo vi como el Señor pensó que ustedes eran el pequeño resto, es decir ¿a quién llama Jesús pequeño resto?, a los únicos hombres que hay sobre la Tierra en los que puede confiar plenamente, parece raro pero es así. Yo estoy aquí y veo que es así, el Señor confía plenamente en ustedes, ¿y en otros?, bueno no me hagas decir nada, dejalo ahí nomás, no me hagas decir pero en ustedes confía plenamente.

Les amo, estoy siempre con ustedes, pidan mi intercesión para lo que quieran.

Amén.

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