Mensaje del 12 de Noviembre de 2002 (3º)

Que estas expresiones de la Encíclica: Dominun Et Vivificanten, de su Santidad Juan Pablo II, les sirva para entender muchas cosas.

Mensaje del 12 de Noviembre de 2002

Dice Jesús:

Para que se me entienda un poco más, es decir entiendan todo lo referente a Mis apariciones en este lugar, he de recordarles algo, que me parece que la mayoría lo tiene olvidado, sobre todo aquellos que están analizando las cosas dichas por Mí en este lugar. Me parece que les viene bien recordarles algunas partes de la Encíclica: Dominun Et Vivificanten, es decir la carta Encíclica sobre el Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y del mundo, que dio el Papa Juan Pablo II, el Papa reinante.

Esta Encíclica arranca de la herencia profunda del Concilio y en efecto los textos conciliares gracias a sus enseñanzas sobre la Iglesia en sí misma y sobre la Iglesia en el mundo, nos animan a penetrar cada vez más en el Misterio Trinitario de Dios, siguiendo el itinerario Evangélico, Patrístico y Litúrgico, al Padre por Jesucristo en el Espíritu Santo.

Es decir, que les recuerdo esto, porque parecería como que ya no tengo Yo derechos de aparecer en cualquier momento y en cualquier lugar, de este modo la Iglesia responde también a ciertos deseos profundos que trata de vislumbrar en el corazón de los hombres de hoy, un nuevo descubrimiento de Dios en su realidad trascendente del Espíritu infinito, como lo presenta Jesús a las samaritanas, la necesidad de adorarlo en espíritu y verdad, la esperanza de encontrar en el secreto del amor y la fuerza de una creación nueva, sí, precisamente aquel que es dador de la vida, la Iglesia se siente llamada a esta misión de anunciar el Espíritu mientras junto con la familia humana se acercará al final del Segundo Milenio después de Cristo, en la perspectiva de un cielo y una tierra que pasarán, la Iglesia sabe bien que aquí en especial elocuencia las palabras que no pasarán, son las palabras de Cristo sobre el Espíritu Santo, fuente inagotable del agua que brota para vida eterna.

Es una lástima que estas cosas no se tengan, que estas cosas no se tengan siempre presente, cuando Yo doy Mi discurso de despedida durante la cena pascual, se refiere particularmente a este dar y darse al Espíritu Santo, en el Evangelio de Juan se descubre la lógica más profunda del misterio Salvífico contenido en el designio eterno de Dios, como expansión de la inefable comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en la lógica divina que del misterio de la Trinidad lleva al misterio de la redención del mundo por medio de Jesucristo; la redención realizada por el Hijo, dice la Encíclica, en el ámbito de la historia terrenal del hombre, realizada por su partida a través de la Cruz y Resurrección, eso al mismo tiempo en todas sus fuerzas Salvificas trasmitidas al Espíritu Santo que recibirá de lo Mío.

Escuchen esto también, que mal no viene, dice: ya leemos en las primeras páginas del Génesis, en el principio creó Dios los cielos y la Tierra, y el Espíritu de Dios aleteaba sobre por encima de las aguas, este concepto Bíblico de creación comporta no sólo las llamadas del ser mismo del cosmos a la existencia, es decir a dar la existencia, sino también la presencia del Espíritu de Dios en la creación, o sea el inicio de la comunicación Salvífica de Dios a las cosas que crea.

Todo esto que tienen que ir entendiéndolo, porque de otra forma no van a explicarse tan fácilmente, sobre todo aquellos que son demasiado cerrados y tienen demasiado celos por Mis cosas. De tanto celo que tienen es posible que a veces exageren ¿no?

También les digo esto, la gracia santificante es, en el hombre el principio y la fuente de la nueva vida, vida divina y sobrenatural. El don de esta nueva vida, es como una respuesta definitiva a las palabras del salmista en las que en cierto modo resuena la voz de todas las criaturas: envía tu soplo y serán creadas y renuevas la faz de la Tierra. Aquel que en el misterio de la creación da al hombre y al cosmos la vida en sus múltiples formas, visibles e invisibles, la renueva mediante el misterio de la encarnación, de esta menara la creación es completada con la encarnación e impregnada desde entonces por la fuerza de la redención que abarcan la humanidad y todo lo creado. Yo pregunto: ya a esta altura de lo que les estoy diciendo de la Encíclica, ya no deberían quedar tantas dudas.

¿Saben cuál es la fecha de esta Encíclica?, la aparición de esta Encíclica, el día 18 de Mayo, en la solemnidad de Pentecostés de 1986, que olvidado que está todo ¿no?, así la vida humana es penetrada por la participación de la vida divina y recibe también una dimensión divina y sobrenatural, se tiene así la nueva vida en la que como partífice, partícipe del misterio de la encarnación, con el Espíritu Santo pueden los hombres llegar hasta el Padre. Hay por tanto una íntima dependencia causal, entre el Espíritu que da la vida, la gracia santificante, y aquella múltiple vitalidad sobrenatural que surge en el hombre, entre el espíritu en creado y el espíritu humano creado.

Escuchen esto, deseamos concluir estas consideraciones en el corazón de la Iglesia y en el corazón del hombre, en el camino de la Iglesia pasa a través del corazón del hombre porque está aquí el lugar recóndito del encuentro Salvífico con el Espíritu Santo, con el Dios oculto y precisamente aquí el Espíritu Santo, se convierte en fuente de agua que brota para vida eterna, el llega aquí como espíritu de la verdad y como paráclito del mismo modo, que había sido prometido por Cristo, es decir por Mi.

El Espíritu Santo no deja de ser el custodio de la esperanza en el corazón del hombre, la esperanza de todas las criaturas humanas y especialmente de aquellas que poseen las primicias del espíritu y esperan la redención de su cuerpo. El Espíritu Santo en su misterio, misterioso vínculo de comunión divina con el Redentor del hombre, continúa su obra, les repito, el Espíritu Santo en su misterioso vínculo de comunión divina con el Redentor del hombre, continúa su obra, recibe de Cristo y lo trasmite a todos, entrando incesantemente en la historia del mundo a través del corazón del hombre, en este viene a ser verdadero Padre de los pobres, dador de sus dones, Luz de los corazones, se convierte en dulce huésped del alma, que la Iglesia saluda incesantemente en el umbral de la intimidad de cada hombre; en efecto el trae descanso y refrigerio en medio de la fatiga del trabajo físico e intelectual, trae descanso y brisa en pleno calor del día, en medio de las inquietud, inquietudes, luchas y peligros de cada época, trae por último el consuelo, cuando el corazón humano llora y está tentado por la desesperación, por esto la misma secuencia exclama: sin tu ayuda nada hay en el hombre, nada que sea bueno, en efecto solo el Espíritu Santo, convence en lo referente al pecado y el mal con el fin de instalar el bien en el hombre y en el mundo, para renovar la faz de la Tierra.

Se acuerdan, cuando Yo les decía, hace muchos años aquí, todo será hecho nuevo…, todo será hecho nuevo…, bueno aquí tienen para renovar las faz de la tierra, por eso se realiza, por eso realiza la purificación de todo lo que desfigura al hombre, de todo lo que está manchado, cura las heridas incluso la más profunda de la existencia humana, cambia la aridez interior de las almas transformándolas en fértiles campos de gracia y santidad, doblega lo que está rígido, calienta lo que está frío, endereza lo que está extraviado a través de los caminos de la salvación, orando de esta manera la Iglesia profesa incesantemente su fe.

Existe en nuestro mundo creado un espíritu que es un don increado, es el espíritu del hombre, del Padre y del Hijo perdón, como el Padre y el Hijo es increado inmenso, eterno, omnipotente, Dios y Señor, este espíritu de Dios llena la Tierra y todo lo creado, reconoce en el la fuente de su propia identidad, en el encuentra su propia expresión trascendente, a el se dirige y lo espera, lo invoca con su mismo ser, a el como paráclito, como espíritu de la verdad y del amor se dirige el hombre que vive de la verdad y del amor y que sin la fuente de la verdad y del amor no puede vivir, a el se dirige la Iglesia que es el corazón de la humanidad, para pedir para todos y dispensar a todos aquellos dones del amor, que por su medio ha sido derramado en nuestros corazones, a el se dirige la Iglesia a lo largo de los intrincados caminos de la peregrinación del hombre sobre la Tierra y pide de modo incesante la rectitud de los actos humanos como obra suya, pide el gozo y el consuelo que solamente él, verdadero consolador, puede traer alejándose a la intimidad de los corazones humanos.

Si se entendió mal, recién dije: puede traer abajándose a la intimidad de los corazones humanos. Pide la gracia de las virtudes, que merecen la gloria celeste, pide la salvación eterna en la plena comunicación divina, en la que el Padre ha predestinado eternamente a los hombres guiados por amor a imagen y semejanza de la Trinidad. La Iglesia, con su corazón que abarca todos los corazones humanos, pide al Espíritu Santo la felicidad que solo en Dios tiene su realización plena, la alegría que nadie podrá quitar, la alegría que es el fruto del amor y por consiguiente de Dios que es amor, pide justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo, en el que según Juan Pablo consiste del Reino de Dios. También la paz es fruto del amor, esa paz interior que el hombre cansado busca en la intimidad de su ser, esa paz que pide la humanidad, la familia humana, los pueblos, las naciones, los continentes, con la ansiosa esperanza de obtenerla en la perspectiva del paso del segundo milenio cristiano, ya que el camino de la paz pasa en definitiva a través del amor y tiende a crear la civilización del amor.

La Iglesia fija su mirada en aquel que es el amor del Padre y del Hijo y a pesar de las crecientes amenazas, no deja de tener confianza, no deja de invocar y de servir a la paz del hombre sobre la Tierra, su confianza se funda en aquel que siendo espíritu de amor, es también el espíritu de la paz y no deja de estar presente en nuestro mundo, en el horizonte de las conciencias y de los corazones para llenar la Tierra de amor y de paz.

Que estas expresiones de la Encíclica: Dominun Et Vivificanten, de su Santidad Juan Pablo II, les sirva para entender muchas cosas. Yo, noto que hay, una especie de olvido, de las cosas que a veces alguien quiere olvidarse, o directamente hay ignorancia, pero cuando se manejan cosas tan trascendentes como Mis apariciones en un lugar y en un tiempo determinado, más vale estar muy bien informado y no hablar porque sí, porque no estamos refiriéndonos a cosas que son nada más que humanas, sino a una participación concreta y plena de el mismísimo Jesús, interviniendo en las cosas de los hombres así en forma concreta y directa y presencial, para darles a los hombres lo que ellos necesitan. Y esto, continuará con el paso de los Siglos y de los Milenios hasta el final de los tiempos. Quién dice otra cosa no ha entendido, quién piensa de otra manera no ha entendido la esencia de Mi pensamiento, es una pena, pero no importa con tal que lo entiendan ahora ya me doy por satisfecho.

Los amo tiernamente, los amo tiernamente. Por eso, he traído de Mi mente todas estas palabras, que seguramente le ayudarán para entender muchas cosas.

Amén.

Consola de depuración de Joomla!

Sesión

Información del perfil

Uso de la memoria

Consultas de la base de datos