Mensaje del 14 de Diciembre de 2001

Ahora, si hay alguien que no tiene que dudar, si hay alguien que tiene que tener la esperanza total y completa, si hay alguien que no debe pasar por su mente la más leve duda es a ustedes. Desde el principio de los tiempos, en el corazón de Mi Padre ya estaba destinado esto, estos Mensajes en el fin del mundo, en la pampa gringa, estos Mensajes de la Misericordia que dejé a Santa Faustina y retomé acá. ¿Cómo podrían ustedes pensar que Yo los abandone?.
Mensaje del 14 de Diciembre de 2001

Dice Jesús:

Mis amados hijos, tengan confianza en Mí, ya sé cuántas preocupaciones hay en vuestros corazones, ya sé cuánto dolor hay en ustedes y en toda vuestra nación, pero este dolor que ustedes están pasando no digo que no hace poco que no lo estén pasando pero otros países años hace que lo están pasando.

Ahora, si hay alguien que no tiene que dudar, si hay alguien que tiene que tener la esperanza total y completa, si hay alguien que no debe pasar por su mente la más leve duda es a ustedes. Desde el principio de los tiempos, en el corazón de Mi Padre ya estaba destinado esto, estos Mensajes en el fin del mundo, en la pampa gringa, estos Mensajes de la Misericordia que dejé a Santa Faustina y retomé acá. ¿Cómo podrían ustedes pensar que Yo los abandone?.

Todo esto que ocurre es un poco el juego necesario que tienen que padecer muchos hombres en la Argentina, no porque Yo se los mande sino porque usan mal su libertad, para que sepan lo que es tocar fondo y para por fin el corazón se les conmueva, para que por fin el corazón les grite de dolor y empiecen a trabajar para una Argentina diferente.

No tengan ningún temor, todo esto así terrible pasará y será un recuerdo más. No puedo hacer comparaciones porque, por una razón muy simple, a cada uno le duele su propio dolor, eso no es ninguna novedad y en consecuencia, en consecuencia a ustedes les duele esto.

Ya sé que Mi indumentaria toda rotosa hace que parezca no el Hijo de Dios y
Dios mismo, sino el caballero de la triste figura, pero en cada uno de los lamparones que pueden ver en la túnica que cubre Mi cuerpo, es como un llamado tremendo a todo para que las situaciones más horribles se reviertan.
Porque ustedes sienten vuestro mal, pero todo el mundo está mal, ustedes ven que todo el mundo llegó a una especie de límite, llegó a una crisis existencial, llegó a una crisis tal que ya no sabe qué rumbo tomar porque perdió su escala de valores y perdió su ritmo y perdió su sentido y perdió el rumbo. Pero el Padre, Yo y el Espíritu Santo estamos trabajando para derramar sobre todos las Gracias de la Misericordia.

No tengan temor, ninguna clase de temor, Yo prevalezco sobre el mal y el espíritu de las tinieblas no se dará con el gusto de hacer tanto daño.

Necesito que tengan confianza y una fe ciega como decía la Mamá, una fe ciega como tenían los mártires, porque de una u otra forma ustedes están pasando un martirio blanco, de eso no hay ninguna duda.

Las imágenes que transmiten los medios masivos de comunicación, las imágenes que viste hoy, revelan hasta qué punto el hombre está desprovisto, el hombre está marginado del bien, el hombre está en el momento en que su vida no se cotiza para nada. Los niños languidecen, los enfermos no tienen medicamentos, los ciegos del corazón están más ciegos que nunca, los ciegos del alma están más ciegos que nunca, aquellos que podrían, encuentran pretextos para no poder.

Por eso, cada uno de estos lamparones que hay en Mí túnica es un grito desgarrador, que sale y llega al Padre para que el hombre sufra un poco menos.

Es cierto que el hombre a veces se busca los sufrimientos, pero en la mayoría de
los casos no, padecen por culpa de otros hombres. Pobres de aquellos que no tienen en cuenta o se olvidan de los hombres por los cuales Yo vine especialmente al mundo, pobres.

Vuelvo a repetirles lo que les dije en estos días y en otros tiempos: estamos en Adviento, preparación para Mí Nacimiento, Yo estoy grande, nacido, crecido y plenamente vivo después de Mi Resurrección, pero la humanidad el 24 a la noche conmemorará Mí Nacimiento como el 25.

No se olviden, ese día ustedes festejan la Navidad, pero como les dije hace unos días, Navidad es cada día que yo miro a mi hermano como hermano, miro a todos los hombres como hermanos y hago salir de Mí todo aquello que puede estar contaminado con rencores, odios, broncas. Entonces, Navidad es cada día que yo descubro en el otro a mi hermano.

Pueden festejarlo de muy diversas maneras, pueden hartarse comiendo o haciendo ayuno, Yo comprendo y dejo pasar, hay alguien que espera a lo mejor meses para sentarse a una mesa y llenarse hasta que no puede más, pero ¿ustedes dirían algo de esas personas cuya gula los sobrepasa?, distintos son aquellos que comparten el pan en la Nochebuena.

Cada uno tiene su forma de festejar: algunos hacen ruidos, otros toman demasiado, otros comen demasiado, ¿no les da un poco de tristeza todo eso?, pero déjenlos, porque es su forma de festejar pero no Mi Nacimiento sino algo que no sé definir. ¿Cuántos son los que realmente vuelven a hacer que Yo nazca en su corazón?, son tan pocos, tan pocos son.

¿Se acuerdan aquella historia que les contó San Martín de Porres?, ¿se acuerdan?. Encontró a un niño llorando, pequeñito, en unos pastizales y le dio pena, por supuesto, era una Nochebuena y no pudo hacer dejar que ese niño llorara. Lo acunó en sus brazos, el niño se calmó, pero él dijo: ¿qué voy a hacer con un niño yo?, llegar al convento con un niño no puedo, no está permitido, no es reglamentario. Entonces, a medida que fue caminando, pasaba por las casas dónde festejaban Mi llegada, y San Martín de Porres les decía buenamente a la gente: he encontrado a este niño perdido, alguien lo ha dejado en unos pastizales, ¿no quisieran tenerlo al menos por esta noche?. Y la respuesta, en tantos lugares fue siempre la misma: estamos festejando el Nacimiento del Niño Jesús, no podemos atender a ese bebé que usted nos trae, hermano. Y así fue pasando, casa por casa y nadie quiso recibir al bebé, nadie quiso recibir al bebé. Ya cerca del convento San Martín de Porres, decía: pero ¿qué hago ahora?, no puedo dejar a este niño tirado por ahí. De repente el niño toma forma de hombre, se para delante de San Martín de Porres y le dice: ¿has visto, hermano Martín?, todos festejan Mi llegada, pero no hay lugar para Mí en ningún lado, ¿has visto, hermano Martín?, todos festejan la Navidad, Mi Navidad, pero no hay lugar para Mí en ningún lado. Y siguió Martín caminando…

Habla Artemio:

Seguramente Jesús, esto lo digo yo, seguramente Jesús le habrá puesto la mano sobre el hombro y le habrá dado todo su calor.

Sigue Jesús.

Dice Jesús:

Es cierto, tenés razón. Lo acompañé muchos metros apretándolo contra Mi ser y lo apretaba fuerte, ¿la historia termina allí parece?, no Mis queridos, continúa en todos lados, continúa en todos lados, no hay lugar para Mí. Hay lugar para un niño de yeso en un pesebre todo lleno de luces, que se hace por costumbre.

¿Cómo es posible que después de 2000 años de Mi venida, todavía no me dejen entrar en el corazón?, es cierto que los pesebres se hicieron por una costumbre de San Francisco de Asís, antes no, se festejaba pero no así.

Quién tiene oídos para oír que oiga y quién tiene ojos para ver, que vea.

Me gustaría que cada uno de ustedes en esta Nochebuena fuera un San Martín de Porres y me encontrara por ahí y me acunara en sus brazos para que Yo pueda entrar en vuestros corazones. Y si me tienen a Mí, ¿qué más pueden pedir?.

Amén.

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