Mensaje del 16 de Enero de 1998

No me pregunten por qué elegí este lugar, esta Diócesis, aunque algo ya dije no me lo pregunten, no me lo pregunten pero desde aquí Yo grito al mundo entero: oigan Mi voz, oigan Mi voz, oigan Mi voz, estoy diciendo una verdad tremenda, escuchen, escuchen Mi palabra.

Mensaje del 16 de Enero de 1998

Habla Artemio:


La voz de la Madre que clama en el desierto es la voz de Nuestra Señora de Justiniano Posse que en esta Diócesis hace oír su palabra.

Dice Nuestra Señora de Justiniano Posse:


No me pregunten por qué elegí este lugar, esta Diócesis, aunque algo ya dije no me lo pregunten, no me lo pregunten pero desde aquí Yo grito al mundo entero: oigan Mi voz, oigan Mi voz, oigan Mi voz, estoy diciendo una verdad tremenda, escuchen, escuchen Mi palabra, haré llover rosas del Cielo en cantidades enormes pero tienen que abrir vuestro corazón a las palabras de Mi Hijo, de Jesús Misericordioso, así como se le reveló a Sor Faustina con esas mismas palabras, ábranse a esas palabras, ábranse a esas palabras y además ábranse a las palabras de la Bienaventuranza.

El Evangelio está ahí siempre vigente, háganlo posible entre los hombres, hagan lo posible entre todos, hagan lo posible ese Evangelio entre los hombres, háganlo posible, háganlo posible ustedes que entendieron, ustedes que saben mirar Mis rosas y sentir el perfume de Mis rosas, esas son las Gracias que Yo quiero colmar en este continente que tiene que por fin llegar a ser una tierra de promisión.

He hablado demasiado rápido pero oyendo de vuestros labios aquellas palabras que el Arcángel Gabriel me dijo en la aldea de Galilea, afuera toda asustada y digo: “he aquí la esclava del Señor hágase en Mi según tu palabra”. Entonces quiero oír de vuestros labios: “Dios te Salve, María llena eres de gracias el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús. Santa María, Madre de Dios ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén”.

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