Mensaje del 21 de Octubre de 1998 - Madre Teresa

Entonces, no conocí ninguna de las grandes cosas del mundo moderno, conocí siempre el olor de la muerte, el sonido de la muerte, conocí siempre la ansiedad de saber qué comeremos mañana y muchas veces por más que confiaba en la Providencia no he podido pegar los ojos porque no sabía si tenía pan para el día siguiente, entonces yo también tendría que elevar mis quejas hacia los cuatro puntos cardinales, porque mi vida sería un fracaso total mirado a la luz de las grandes cosas del mundo moderno.

 

Mensaje del 21 de Octubre de 1998

Dice la Madre Teresa:

Si yo tuviera que sacar conclusiones de todo lo que se habló, diría que mi vida fue un fracaso total, porque a veces he pasado mucho tiempo sin bañarme ni higienizarme, entonces mi vida es un fracaso porque no olía bien para los demás, es un fracaso mi vida.

Entonces, no conocí ninguna de las grandes cosas del mundo moderno, conocí siempre el olor de la muerte, el sonido de la muerte, conocí siempre la ansiedad de saber qué comeremos mañana y muchas veces por más que confiaba en la Providencia no he podido pegar los ojos porque no sabía si tenía pan para el día siguiente, entonces yo también tendría que elevar mis quejas hacia los cuatro puntos cardinales, porque mi vida sería un fracaso total mirado a la luz de las grandes cosas del mundo moderno.

Pero mis queridos, yo no cambiaría mi vida por nada, absolutamente por nada, porque estoy muy contenta y feliz de haberme ido deteriorando y perdiendo pedacito a pedacito mi vida por mis hermanos. Podrán decir que completé en mi cuerpo lo que le faltaba a la pasión de Jesús, podrán decir cincuenta cosas, pero también tienen que decir que las pasé y las pasé mal y sufrí mucho y tantas veces dije: ¡Señor, basta, no doy más!, y después volví a tomar las cosas con más entusiasmo y está bien que lo digan: ¡no doy más Señor, tirame un soga porque me estoy hundiendo debajo del agua!, está bien, díganlo y grítenle al Señor, grítenle, que el Señor le encanta cuando oye gritos de alguien que por sus hermanos se está perdiendo, a Él le encanta eso porque el Señor dijo: “que no había mandamiento más grande que amarlo a Él y amar al prójimo”. Entonces, griten fuerte: ¡no doy más Señor, ya no doy más, ya no aguanto más!, griten fuerte y el Señor en vez de ponerse triste se va a alegrar, porque detrás de ese: ¡no doy más!, está un amor muy profundo por el hermano y por todo, o por una causa noble, o por un amor muy grande o por la falta de amor, entonces si es una cuestión de actitud todo cambia, todo cambia.

Pero griten fuerte, griten fuerte, grítenle al Señor todo, que Él se va a poner contento que se lo griten porque sabe que detrás de ese grito desgarrador hay algo muy valioso, sumamente valioso, que en el última instancia no es nada más que el grito que le dijo Él a su Padre: “Padre, ¿por qué me has abandonado?”, cuando le dijo en la cruz eso o cuando en el huerto de los Olivos le dijo: “¡Padre, no quiero morir muerte de cruz!”, que es la traducción de: “aparta de Mi este cáliz, si es posible, no quiero morir muerte de cruz”. Era el Hijo de Dios que sabía perfectamente que con esa cruz redimiría a todos los hombres y sin embargo el Padre ni mu, ni un palabra ¿mmm? y en la cruz sabiendo que estaba redimiendo a toda la especie humana por los siglos y milenios y le dijo: “¡Padre!, ¿por qué me has abandonado?”, y el Padre no le respondió, pero Jesús sabía que al derramar esa sangre sería motivo de recordación por los milenios y milenios como lo están recordando ustedes esta noche.

Aquél que vive una vida muy pancha y feliz pasa a la posteridad sin pena ni gloria y su vida después de la muerte será tan simple, que parecería no haber valido la pena haberla vivido, entonces, reflexionen sobre todo esto.

Esta noche se dijeron muchas cosas terribles, muchas cosas terribles y repásenlas si quieren, porque van a ver que les va a ocurrir como aquellos que de repente encuentran en el fondo de su casa un tesoro escondido, que no cambiarían por nada ni por nadie.

Todos se han puesto a cantar, todos, yo voy a intentar hacerlo: aleluya, aleluya, aleluya, gloria, gloria, aleluya, aleluya. Gloria, gloria, aleluya, gloria, gloria, aleluya, gloria, gloria, aleluya, aleluya. Gloria, gloria, aleluya, gloria, gloria, aleluya, gloria, gloria, aleluya, gloria aleluya.

Amén.