Mensaje del 21 de Febrero de 2004

Busquen esa armonía total, abran vuestro corazón para que todo Mi amor entre en el y ahora que está cayendo la tarde, escuchen aquella expresión cuando Yo digo: “llega la noche y el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza”.

Mensaje del 21 de Febrero de 2004

Habla Artemio:

Bueno, ahora sí el Mensaje propiamente dicho porque hoy es el día… ¿como 21 no?, 21, dieciséis años y un mes que falleció mi mamá ¿mmm?, no lo recuerdo con dolor, lo recuerdo con cariño porque ella en ese momento fue tan feliz, antes de morirse no, tenía un poco de temor pero después dice: empecé a vivir. Bien, ahora escuchamos la palabra del Señor, esto es lo que tienen que salir en el Mensaje ¿no?.

Dice Jesús:

“Bienaventurados todos los que creen y no necesitan ver para creer; bienaventurados aquellos que tienen hambre y sed de justicia porque serán hartos. Yo soy la Luz del mundo, quien me sigue no anda en tinieblas; Yo soy el amor y quien me invoca nunca quedará sin respuesta; Yo soy la estrella de la mañana que guía a los peregrinos hacia la Jerusalén Celestial; Yo soy el canto de los pájaros que anuncian la aurora del nuevo día y además soy el ruido que produce el agua entre las piedras al correr, milenios y milenios que hace lo mismo. Yo soy la mirada de amor que cada madre dispensa a su hijo, pequeño, grande o adulto; Yo soy también la voz de la conciencia de cada uno, que a través del Espíritu Santo comunica, comunica a ustedes todo lo que deben hacer. Yo soy el calor que emana el sol y que hace que las cosas vivan, crezcan, se reproduzcan; Yo soy la generosidad de la tierra, que anda esperando ansiosa las semillas que caen para hacer que nazcan las plantas y den frutos. Yo soy la mirada lánguida del enfermo, que está pidiendo alguna oración para superar su problema; Yo soy la planta que está a orillas del camino esperando una mirada generosa ¿mmm?; Yo estoy en cada uno de los seres que se mueve; Yo estoy en los que están sentados y en los caminantes; estoy entre los que muchos tienen y entre los que no tienen nada y en todos y en cada uno soy la posibilidad concreta y definitiva del amor”.

Yo soy, Yo soy, con estas palabras hace tantos siglos Mi Papá se le presentó a Moisés: “Yo soy, le dijo, Yo soy el que soy, el que es vino a hablarte”, y por supuesto: “Yo soy el que está entre ustedes y tomo la forma de los más diversos hombres y seres para que me miren con amor, generosidad y comprensión; Yo soy la piedra angular del Templo y también la cruz que está en lo alto; Yo soy el pan vivo bajado del Cielo y quien come ese pan no morirá jamás; Yo soy el vino que el Sacerdote transforma en Mi en el altar y antes fui uva y antes fui vid y antes eran restos de cristales que estaban en la tierra y que sustentaron la vid y posibilitaron las plantas, las uvas, el vino y el Sacerdote que consagró ese vino y se transformo en Mi sangre”.

Esto viene a cuento Mis queridos por todo lo que escucharon hablar, piensen que en cada cosa y en cada ser estoy Yo latiendo, esperando la mirada de cada uno de ustedes, con compasión, con comprensión, con orden, con paciencia, con humildad, con delicadeza, porque Yo vine a restituir el orden que el hombre quitó sobre la faz de la Tierra.

Por eso Mis queridos, les doy todo Mi amor, les doy todo directamente y a través de cada una de las cosas que los rodean, que los rodean estando en el mundo, entonces me vas a reconocer en la sombra fresca que te da el árbol, me vas a reconocer en el agua transparente que estás tomando, me vas a reconocer en el canto del pájaro, me vas a reconocer en cada uno de los seres que tienen vida y en cada uno de los seres que no tienen vida pero la han tenido o vos podes dársela, o acaso un lápiz en tu mano, o un par de cristales delante de tus ojos ¿no tienen vida?.

Busquen esa armonía total, abran vuestro corazón para que todo Mi amor entre en el y ahora que está cayendo la tarde, escuchen aquella expresión cuando Yo digo: “llega la noche y el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza”, pero Yo estoy seguro que hoy una vez más tendré donde reclinar Mi cabeza, ¿a cambio de qué?, a cambio de nada.

Amén.

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