Gracias Mis queridos, porque en este pequeño recinto hoy conmovieron el mundo. Gracias Mis queridos, porque ustedes entendieron que no hay que ir a lejanas tierras necesariamente para llevar Mi palabra a todos lados.
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Les recuerdo Mis queridos, la devoción a las almas del Purgatorio; les recuerdo que ofrezcan cada acto del día para evitar que los hombres entren en guerra y haya muertes y dolor; les recuerdo la devoción a los Santos de cada día.
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Les digo esto para que entren en la dimensión real de las cosas divinas y ese pasar la mano tuya sobre el mapa, no es simplemente un gesto simbólico, es una realidad terriblemente grande, que se ha llenado de Misericordia, todo.
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Por eso, Yo entiendo vuestras lágrimas, sé cuando sufren, sé cuando están alegres, sé cuando están mal, sé cuando pueden alabarme y sé cuando vuestro corazón está oprimido por la angustia y sé que no pueden decir nada.
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Claro, para ver la estrella nos tiene que pasar como a los magos que creían plenamente en que una estrella los estaba guiando, entonces ¿qué se puede temer?, cuando Yo le doy la fuerza a los hombres para caminar, ¿qué?, ¿qué se puede temer?.
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Esto que puede parecer nada más que la voz de Artemio, el que quiere puede comprobarlo, porque al escuchar la grabación se escucha detrás Mi voz y más fuerte la voz de él, a esto que llamamos Revelaciones Privadas, todo es comprobable, solamente hay que tener buena voluntad y deseos de hacerlo.
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Y cuando alguien piensa por ejemplo que: cuánto que sufrió el Señor por nosotros, piensa bien, pero piensa mucho mejor cuando dice: todos mis dolores, mis angustias, mis tribulaciones, mis momentos feos y lindos, mis luchas cotidianas, todo, yo lo quiero sumar a la pasión del Señor.
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Y también para convencerlos de una cosa, convencerlos una vez más, que cuando Yo doy la fuerza para caminar nadie puede detenerlos y aquí están presentes seis personas, donde Mi gracia se ha manifestado a lo largo de toda la vida.
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