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Mensaje del 21 de Enero de 2003

No es fácil que los hombres vean como actúa Mi Misericordia, pero cuántas veces ya he dicho acá, que el Espíritu Santo se derrama sobre todas las cosas, se derrama sobre todo y Mi Misericordia colma todos los ambientes, todos los lugares, todas las cosas…

Mensaje del 21 de Enero de 2003

Habla Artemio:

Hoy es 21 de Enero de 2003.

Nuestra expresión de deseos Señor, es que derrames tu Misericordia sobre todo los pueblos de la Tierra, que seas generoso Señor en olvidar las ofensas, en disimular los errores, en no hacer caso de todas aquellas cosas que contradicen de cabo a rabo tus enseñanzas y las directivas de tu vida y tu obra y tu acción. Señor, nosotros estamos confiados que en la cruz que vos derramaste tu Sangre Señor Preciosísima, para pagar todos los pecados de los hombres Señor, pero no solamente los hechos hasta ese momento sino los que vendrían Señor, porque vos estas, vivís en un continuo presente, estas viendo todo Señor, incluso estas viendo las cosas que nosotros haremos y si son buenas te regocijarás y si son malas estoy seguro que ya las estas perdonando.

Señor, somos simples hombres, llenos de defectos y carencias, llenas de pequeñas cosas que no hacen a lo esencial, pero de algo Señor estamos seguros y confiados, que no interesa el número, la cantidad sino que “donde hay dos o más reunidos en Mi nombre Yo estaré entre ellos”, entonces vos estás aquí presente Señor, vivo, aunque con tus heridas sangrando Señor, para seguir pagando Señor. Es decir, las deudas deben pagarse por una especie de compensación natural y por una razón de justicia, pero como el hombre es tan precario, chiquito y simple, nunca alcanza lo que hace para pagar, entonces tiene que venir tu auxilio, tiene que venir tu gracia, tiene que venir tu Misericordia Señor y vos dijiste que venías aquí, a estos lugares tan extraños de la pampa gringa para todo eso, por eso Señor, uno confía plenamente en que tus palabras no pasaran y que aquello que dice San Juan en su Evangelio: “que viniste para todos, para que nadie se pierda, para que todos un buen día puedan alcanzar la Bienaventuranza Eterna”, pero para eso Señor hay necesidad de nuestra disponibilidad; ¿para qué?, para que vos siembres en ellas las semillas necesarias para que surja en nosotros todas las expresiones de deseos que tus semillas han dejado en nuestro corazón.

Entonces, ahí está nuestra súplica ¿mmm? y como decía ayer: “fatigaré tus oídos de preces y sollozos, lamiendo lebrel tímido los bordes de tu manto, no pueden huirme tus ojos amorosos, ni esquivar tu pie el riego caliente de mi llanto. Di el perdón, dilo al fin, va a espaciar al viento el perfume de cien pomos de olores al abrirse, toda la Tierra tuya será de los deslumbramientos, toda la Tierra tuya sabrás que perdonaste. Di el perdón, dilo al fin Señor, el perdón para todos y para cada uno, di el perdón, dilo al fin”. Por nuestra parte repito: “fatigaremos tu oído de preces y sollozos, lamiendo lebrel tímido los bordes de tu manto, no pueden huir tus ojos amorosos, ni esquivar tu pie el riego caliente de nuestro llanto”.

En lo más profundo Señor de nuestro ser, está un deseo incontenible, de que cada mañana cuando el sol sale… encuentre cada día un poquito más a los hombres resueltos, para ordenar sus pensamientos, sus ideas y sus acciones, para aprender que solamente el camino de la paz y del amor conduce a días mejores. Sí Señor, nuestra mente abarca en este momento, a cada uno de los continentes, a cada una de las naciones, a cada uno de los hombres que tienen en sus manos y en su mente la posibilidad de decidir que es lo que van a hacer. Es por eso que confiados, tremendamente confiados Señor, vamos a ir abriendo todos los días los ojos sabiendo que cada día habrá una nueva buena e incluso, hasta una simple escaramuza de agresión, puede ser útil para lograr tus objetivos, establecer tus planes y entrar todos en tu proyecto Señor.

Yo no te estoy haciendo un planteo como si ya llegara el fin de los tiempos, no, porque sabemos muy bien Señor cuánto el maligno hace su obra para torcer el corazón de los hombres, cuánto; por lo tanto, esta lucha entre el bien y el mal continúa, pero nosotros tenemos la esperanza concreta, confiada, como haciendo un salto al vacío desde la misma eternidad, abandonándose en la espera, abandonándonos en la esperanza de que tu amor todo lo puede, todo lo consigue, todo lo alcanza, todo lo soluciona, todo lo pone en su lugar, todo lo hace bien, “como el Padre al comienzo de los tiempos vio que todo estaba hecho bien, mientras el Espíritu revoloteaba sobre las aguas” según dice el Génesis.

Por eso Señor y sabiendo que lo más que te importa a vos Señor, es la alabanza, porque la alabanza es reconocer que has sido tan generoso con todos Señor y con todos, que has sido generoso hasta en las más pequeñas cosas que nos diste, por eso la alabanza Señor. Yo te alabo Señor, yo te alabo Señor, yo te alabo Señor. Todas las palabras que dije hasta este momento dictadas por vos Señor, fueron una forma de decir cuánto te amamos Señor, cuánto te alabamos, cuánto reconocemos la obra de tus manos Señor y además de eso Señor para decirte: mira Señor, en esta tarde cuando ya el sol se pone detrás de las nubes y la Tierra llama a cobijo, nosotros queremos abrir nuestro corazón y al mismo tiempo que se abran los corazones de todos los hombres; ¿para qué?, para que vos entres en nosotros y en ellos, en todos, porque Señor sí es grande nuestro deseo de amarte Señor, también es grande nuestro deseo de que vos nos ames Señor, no importa como están los corazones Señor de limpios o sucios, de precarios o mediocres, no, no importa Señor, vos viniste para todos y entonces otra vez repito: es nuestra expresión de deseos de que todos los hombres abran sus corazones y te dejen entrar Señor y vos harás, como dice el Evangelio: “y entraré y cenaré con el”, es decir empezaré a compartir todo.

Es muy dulce Señor tu presencia en nuestro corazón, es tan agradable Señor, es tan complaciente, es tan plenificante Señor tu invasión en nosotros, que nos sentimos indignos que vos estés así tan apoderados de nosotros, pero teníamos que pasar por alto nuestras precariedades y decirte con confianza: Señor quedate en el corazón de todos los hombres, porque es la única forma en que se vayan modificando las cosas Señor. Vos viste lo que leímos al comienzo Señor: pasan los años y los años, gira el molino y no muele y el hombre no aprende; bueno pero estamos nosotros Señor, este pequeño resto, que te suplica, te pide, como decíamos antes: hasta con lágrimas en los ojos, por todos y por cada uno y porque sabiendo que estás con nosotros Señor, estamos convencidos que “el yermo echará flor y el guijarro esplendores”.

Esa es la locura en la que estamos embretados Señor, esa terrible locura de creer tanto en vos Señor, es cierto, vos dijiste: que más que hacer las cosas las dejas hacerse, si, pero también es cierto que estás confiando en nuestra disponibilidad para que nosotros te ayudemos en la construcción de ese mundo nuevo que vos queres, acordándonos de las primeras palabras de hace tantos años de tu Mamá, cuando decía que tantas veces hemos repetido: “Mi Hijo y Yo estamos cansados de caminar entre las flores que nacen de la boca de los muertos que esperaron una liberación y no les llegó de ninguna parte”. Y yo te pregunté más de una vez Señor: y aquellos que dejaron de respirar, aquellos que murieron con lágrimas en sus ojos, aquellos que murieron viendo de que nada aún estaba resuelto, yo te pregunté Señor: ¿qué pasa con esos hombres?; y vos me respondiste: Mi Misericordia alcanza para todo; y eso no lo dudamos Señor, solamente… que queremos que tu palabra llegue a todos y todos la reciban y la lleven a su corazón y ese corazón empieza a palpitar de otra forma, empieza a latir de otra manera. Confiados estamos Señor en esto, tan confiados como que en la noche hay estrellas aunque las nubes la ocultan y tan confiados que los astros seguirán en sus orbitas sin temor a que se caigan.

Ven Señor, ven, ven Señor Jesús, queremos tu palabra Señor, queremos tener la certeza sobre nuestra certeza de que estás oyendo todo lo que te decimos, de que por mas que las cosas las hacés hacerse, pero sin embargo estás escuchando con atención esta súplica que se está volviendo perenne Señor. Como decíamos antes: “di el perdón, dilo al fin, di el perdón, dilo al fin”.

Todos están con nosotros y Nuestro Señor.

Dice Jesús:

Es cierto que las cosas las hago hacerse, pero también es cierto: “que quién me sigue a Mi no anda en tinieblas”. No es simple encender muchas lámparas y empezar a recorrer el mundo para que vean la Luz, pero sí es posible que esa expresión de deseos de la que hablaste, sea escuchada plenamente.

No es fácil que los hombres vean como actúa Mi Misericordia, pero cuántas veces ya he dicho acá, que el Espíritu Santo se derrama sobre todas las cosas, se derrama sobre todo y Mi Misericordia colma todos los ambientes, todos los lugares, todas las cosas…; confíen en eso, y también confíen en que si están conmigo, lentamente van a ir muriendo al hombre viejo, tan apegados a las cosas del mundo para que aparezca el hombre nuevo donde cada uno piense y vea con seguridad total que es lo que Yo puedo hacer cuando el hombre me lo pide. Qué padre da piedras a su hijo cuando le dice que tiene hambre, será por eso que tendrán que levantar más la voz un montón de seres, para decir: “Jesús, Hijo de David ten compasión de nosotros, escucha nuestro ruegos, Jesús, Hijo de David haz que vea”; mientras tanto, mientras no escucho eso como un coro levantado entre todos los países de la Tierra, les multiplico por miles y miles y miles y miles y miles y miles, para que esta voz dicha aquí en medio de este lugar tan lejano, que mirando el mapa es el fin del mundo, sea escuchado en los cuatro rumbos.

Ustedes se pusieron a pensar, si después de ocho años que Yo estoy diciendo lo mismo y Mi Madre también, de repente se sintieran defraudados, ¿qué pasaría con ustedes?, bueno es mejor no pensar, porque no conviene pensar en cosas que no van a ocurrir. Puede que algo se demore a los ojos de los hombres, pero todo está calculado en la acción que la Trinidad ejerce sobre el mundo que creó.

Si ustedes miran la historia verán que las grandes cosas siempre se hicieron cuando alguien confió plenamente en algo, diga quien lo diga y sea quien sea, el hombre concretó en forma hasta compulsiva aquello en lo que creyó ciegamente que ocurriría, nunca nada grande fue obras de pusilánimes, nunca, eso no quita de que haya tantos tiempos muy oscuros donde parecía que la palabra esperanza estaba desterrada de la mente de los hombres y en muchos lugares ahora ocurre igual, que la palabra esperanza estaba desterrada en la mente de los hombres y se seguía abonando la tierra con la sangre de los mártires y de los justos. Cuántas veces la historia, secó sus lágrimas con sus mechones blancos, viendo las atrocidades que ocurrían en la Tierra y muchísimas veces esas atrocidades se hacían en Mi nombre, doble sacrilegio ¿no? Cuánto tiempo el hombre se empeñó en destruir a su hermano, porque pensaba distinto, porque oraba distinto, porque era de otra raza, de otra religión, porque obraba de una manera o de otra, pero ¿no creen ustedes, igual que Yo, que eso ya es historia?, por supuesto aquellas formas grotescas desparecieron pero las que aún no han desaparecido son las formas sutiles de destruir al semejante. Esas están en vigencia y una vigencia que atormenta pero dando ese salto al vacío de la esperanza, abandonándose en Mi amor todo será cambiado.

A veces muchos se pusieron a pensar, si todas las palabras que digo acá pasará como con las semillas que uno siembra y son fértiles y a los tres días están nacidas, en muchos corazones sí, en otros no, pero cuando ustedes ven una planta llena de frutos grandes, tremendos y esos frutos llenos de un jugo dulce, que plenifica, son muy pocos los que se acuerdan que ese enorme fruto lleno de dulzura, empezó siendo una simple florcita que se abría un poco atemorizada por los temores de las heladas que amenazaban con destruir los frutos que esas pequeñas flores traían, una vez que los frutos están maduros y jugosos, listos para comerlos y disfrutarlos, son pocos los que se acuerdan de aquella pequeña flor, que casi a hurtadillas fue floreciendo, preocupándose que la helada no la destruyera, después esa pequeña flor perdió sus pétalos, que llevó el viento quien sabe a donde, eran tan tenues y sutiles que nadie los vio, pero que a Mis ojos si fueron vistos inundando la Tierra. Todos empezaron a alegrarse después con esos pequeños frutitos y así es la historia de todo, nadie se acuerda de la pequeña flor, todos buscan el fruto jugoso y abundante pero sin aquella pequeña flor, que consumió sus días con el temor de una helada temprana, tardía, tal vez muy pocos las recuerden, pero aquellos que tienen establecidos un orden en su mente y en su corazón sí recuerdan la pequeña flor.

Y todo esto es igual Mis queridos, sería hermoso pensar que vuestros propios ojos vean los frutos jugosos del verano, cuando apenas estamos en el estío, pero hay más seguridad, la pequeña flor fue fecundada y el fruto empezó a crecer, en algunos lugares se nota más que en otros y en algunas conciencias no hizo falta que llegara el verano para saborear las frutas jugosas; es decir… quien quiso y quien quiere ya puede saborear las frutas jugosas. ¿Es simple imaginación?, no, es una realidad contundente, compulsiva, que solamente la pueden ver los ojos que saben lo que es la esperanza y como dijimos tantas veces: esperanza es esperar lo que aún no es; y cuando uno vio la calidad de la flor por pequeña que sea, aunque sus pétalos hayan sido frágiles, dispuestos a ser quemados por cualquier sol un poco fuerte o cualquier helada tardía, quien supo ver la flor, muy pronto empieza a saborear los frutos aunque aún el fruto sea pequeño y apenas se visualice, pero la esperanza adelanta las cosechas y cuánto que las adelanta.

Pero…, todo esto hablando humanamente, piensen que aquí ó aquí, todo se sigue viendo, lo fundamental parecería aquello que dijiste hace tantos años: en todo conviene dejar una marca o una cicatriz, es decir para dar testimonio que alguien pasó por allí.

Es evidente que los grandes frutos no lo recogen los impacientes que quieren que ya se haga la cosecha, pero a Mi me encantan los impacientes, cuánto los valoro, los aprecio, los quiero, los amo, porque detrás de cada latido de esa impaciencia, el que quiere ver ya ve los frutos pero no para un día o dos sino para siempre.

Amén.

Fundación Jesús de la Misericordia y Corazón Inmaculado de María  |  Aprobada por Res. 139 A - Gob.de Córdoba – Sec. De Justicia – Dir.de Ins.de Pers.Jur.  |  Dirección: 9 de Julio 1162  |  Teléfono: 03537 – 431197 - 2553  |  Justiniano Posse – (Cba.)