Mensaje del 20 de Abril de 2002

Dice Jesús:

Todos aquellos que estén cansados, agobiados, todos aquellos que tengan todavía en su alma muchas penas, muchas cosas que no han podido sacar todavía, tráiganmelas a Mi que Yo quiero tenerlas conmigo para que nunca más ustedes las tengan.

Todo el que sufra algo démelo a Mi, que Yo soy la Misericordia y Mi Misericordia alcanza para todo, no tengan temor, cualquier cosa que no se animan a decirme, anímense, porque soy el Señor de la Misericordia, dispuesto a comprenderlo todo, a entenderlo todo, a perdonarlo todo, entréguenme todo ustedes, quiero que se vayan de acá livianitos porque me dejaron aquí todo vuestro dolor, tanto el dolor del cuerpo como el dolor del alma.

Hoy ustedes comenzaron diciendo sobre: “ámense unos a otros como Yo los he amado”, entonces vuestra vida, desde este momento, no puede ser igual que siempre, ustedes están respirando el mismo aire que Yo respiro, ¿cómo van a dejar de lado las cosas que Yo les enseño?, “ámense unos a otros como Yo los he amado”, que ése sea el signo característico de todos. Si el que está cerca de ustedes no le ama, no importa, ustedes ámenle igual, llegará el momento en que él también amará y si no lo hace, no tengan…, no se hagan problema porque el amor tiene en sí su propia plenitud.

Yo quiero aliviar vuestras penas, Yo quiero hacer más fácil vuestro trabajo y la vida de todos los días, mucho más fácil, por eso valga esto para todos los hombres de la Tierra. Cada mañana, denme la mano y la otra désenla a Mi Mamá y después enfrenten el mundo y todo lo que se propongan lo van a conseguir. Pero tienen que estar convencidos de que Yo los llevo de la mano y Mi Mamá también sino no tienen fuerza, si ustedes toman de Mi la fuerza ¿quién los puede detener?, nadie.

Entren a cualquier lugar, aquél que no tiene trabajo y diga en Mi nombre: yo quiero trabajar, aunque sea en alguna pequeña cosa, díganlo en Mi nombre y conseguirán lo que quieren, creyendo firmemente y entren a un lugar a pedir trabajo con ese convencimiento íntimo de que Yo soy el que está hablando y pidiendo el sustento para vuestros hijos. Cada cosa de vuestra vida háganla en Mi nombre y en el de Mi Mamá y van a ver que todo es más fácil.

Yo estoy siempre golpeando la puerta de vuestros corazones, a lo largo de toda la vida, hasta que me abran y como dice el Evangelio: “entraré y cenaré con él y él conmigo, es decir compartiremos todo”. ¿A cambio de qué?, a cambio de nada, solamente quiero que me abras tu corazón, me recibas en él y juntos haremos grandes cosas y la vida no será dura, será más llevadera, será más alegre, más llena de cosas lindas. Ábranme la puerta de vuestro corazón aquellos que todavía no lo hicieron, se los pido para darles todo el amor que tengo, el amor que es inagotable, quiero que me abran nada más la puerta de vuestro corazón.

Dice Nuestra Madre:

Junto a Mi Hijo, les pido lo mismo.

Es tan hermoso cuando un ser humano me deja entrar en él para poderle amar, el oficio de Mi Hijo y el Mío ha sido siempre el mismo, amar hasta lo indecible y no por un día o dos, sino por toda una eternidad, por eso, que está siempre la promesa vigente, nuestro amor dura para siempre y acérquense a él y verán que vale la pena.

Eso les traemos con Mi Hijo, el amor para siempre, no lo olviden ¿eh?, el amor para siempre.

Y cada vez más me gusta despedirlos con lo que quiero que piensen esta noche, cuando se van a acostar, ahí estará Mi Hijo o estaré Yo, estarán los Ángeles y si agudizan un poco los oídos sentirán, sentirán lo que siempre les digo: arrorró mi niño, arrorró mi sol, arrorró pedazo de mi corazón. ¿Puede uno dormirse mejor que sintiendo la voz de la Madre que le canta el arrorró, como si fuera un bebé?.

Ténganlo en cuenta esta noche y todas las noches cuando se van a acostar.

Amén.

Habla Artemio:

Tenemos una Madre que nos ama, nos ama, nos ama. Tenemos una Madre que... (se corta la grabación) ….