Mensaje del 18 de Diciembre de 2001

Señor, lo que puedo decir es describir lo que estoy viendo, pero me parece extraño que tan cercanos a la Navidad vos te muestres así, todo lastimado, lacerado y con la túnica toda rota para que se vean todas tus heridas o la mayoría por lo menos. Mensaje del 18 de Diciembre de 2001

Habla Artemio:


Hoy es 18, a ver qué Santo es hoy, Nuestra Señora de la Esperanza.

Dice Jesús:

Hoy quiero que hables vos.

Habla Artemio:

Señor, lo que puedo decir es describir lo que estoy viendo, pero me parece extraño que tan cercanos a la Navidad vos te muestres así, todo lastimado, lacerado y con la túnica toda rota para que se vean todas tus heridas o la mayoría por lo menos.

Ya sé Señor que a mí me parece que te debe doler más de lo que realmente te duelen, porque lo que se hace con amor duele menos. Impresiona Señor ver tu frente, con tantos pinchazos Señor, tenés la cabeza que da lástima Señor. ¿Y sabés que voy a hacer?, voy a refugiar en todas las heridas de tu cabeza a todos los científicos, a todos los que de alguna forma tienen que resolver problemas, los refugio a todos Señor, a todos en tus heridas, en tus heridas, están todos refugiados Señor. Solamente a un nivel trascendente puede lograrse esto, meter a tantas personas dentro de esas heridas, también incluyo todas las de la frente, los párpados, los parpados semicaídos, ensangrentados.

Seguramente Señor, te has presentado así hoy para hacernos ver que ese Niño que esperamos el 24 va a terminar de esta manera por nosotros. Tanto nos amó el Padre que hace que vos padezcas todo lo que estás padeciendo por nosotros.

Entonces, yo sigo refugiando en tus heridas a las personas, en las Llagas de tus
párpados, en esos ojos cubiertos de sangre, allí pongo a todos los que tienen problemas de la vista en el mundo, y para que nunca aparezcan enfermedades que ataquen a la vista. Que por colocar en tus ojos a todos los que tienen problemas en los ojos desaparezca el mal, por supuesto que vos las cosas las haces hacerse, pero no por eso deja de tener valor.

Refugio también en todas las heridas de tu cabeza Señor, a todas las personas que tienen problemas con su sistema nervioso, todos los enfermos de la mente Señor los refugio en las heridas de tu cabeza.

Pensando Señor, en todas las patadas y golpes que te dieron en la columna vertebral, todos los moretones que tenés en esa columna, refugio en ellos a todos los enfermos que tienen problemas en su columna, digo hernias de disco para decir algo, pero todos los problemas de la columna vertebral y todas las enfermedades que tienen que ver con los huesos, teniendo en cuenta Señor todos tus huesos malquistados por los golpes y los azotes y las patadas y todo.

Los golpes en el estómago, todos los golpes que te han dado Señor en el estómago, en el hígado, en todos los órganos, deposito allí a todos aquellos que padecen alguna enfermedad que se refiere a los órganos. Pero especialmente Señor, introduzco en la herida de tu costado a todos los que tienen problemas cardíacos, y a los que no los tienen para que no los tengan, todos ahí adentro Señor, no hago distinción de ningún nombres en los cinco continentes.

Todos allí dentro Señor y con eso también a todos los que tienen problemas en su aparato circulatorio y lo relacionado con el aparato circulatorio y la producción de la sangre, es decir la médula y todo el interior de los huesos.

Señor, en este día de Nuestra Señora de la Esperanza, vos me pedís que hable yo y entonces todo lo que me preocupa Señor es todos los que padecen, por cualquier motivo, cosas físicas, cosas psíquicas, cosas espirituales, desde el hambre Señor hasta las enfermedades mentales más desastrosas.

Señor, por tus heridas, que esos investigadores que antes entraron en tus heridas, encuentren respuesta a todo tipo de vejez prematura, de Alzheimer, de Parkinson, de todo Señor.

Me estás mostrando tus heridas sangrantes Señor, tus brazos no solo tienen las manos con sus clavos todavía que sangran sino todos los brazos están con la piel rota, despellejados. ¿Quién te pudo hacer aguantar tanto Señor, solamente el amor que tuviste por nosotros y que tenés te pudo haber hecho aguantar tanto.
Entonces, en las heridas de tus brazos y tus manos refugio allí a todos los que tienen problemas en sus miembros superiores, todos, todos Señor. Después tu voluntad decidirá quién sana enseguida, quién dentro de un tiempo o más tarde, pero mi deseo ferviente es que todos se sanen hoy, el día de tu Madre con el nombre de Nuestra Señora de la Esperanza.

Todas las enfermedades de los sistemas nervioso, circulatorio, digestivo, hepático, renal, todas las glándulas de secreción interna, porque todas las patadas que te dieron Señor y todos los ultrajes que te hicieron no quedó una cosa sin sufrir, entonces refugio a todos los enfermos del mundo en cada uno de tus golpes y en cada una de tus heridas.

Señor, en la parte de tu cuerpo que se ve de los órganos genitales, en las heridas de esos testículos, que entren allí todos aquellos que engendran hijos, todos aquellos que no pueden engendrar hijos, por cualquier problema, es decir Señor todas aquellas mujeres que hoy tienen la esperanza de tener un niño, las introduzco en tus partes genitales para que vos les des la fertilidad y la posibilidad de engendrar. Además Señor, introduzco dentro de toda esa parte de tu cuerpo, a todas las formas de desviaciones sexuales que existen sobre la Tierra, en todos los continentes, porque sé que representan para vos un dolor muy grande, todas refugiadas allí Señor y refugiados también en tu Corazón porque son, no solo problemas genitales sino problemas afectivo.

Señor miro tus piernas, todas llagadas, tajos por todos lados, algunos nos quieren hacer creer que has tenido cinco heridas nada más, todo tu cuerpo es una herida Señor o es un moretón. Todos aquellos que tienen problemas en sus miembros inferiores, de todo tipo, las introduzco en tus heridas Señor, todas las enfermedades, de todo tipo, naturaleza y condición, todos Señor, todos, que nadie quede afuera Señor. Si vos viniste al mundo Señor a pagar todas nuestras culpas y viniste al mundo a sufrir por nosotros, entonces debés aceptar de muy buen gusto que yo vaya introduciendo en todas las heridas de tu cuerpo a todos los enfermos de la Tierra. Los enfermos repito, del alma y del cuerpo, físico, psíquicas y espiritual, para todos.

Señor, y en esa herida enorme que es la que más te duele, no porque lo hayas dicho sino porque se nota Señor, que tiene sobre el hombro derecho, donde claramente se ve un hueso totalmente desprovisto de músculos, Señor refugio en esa herida a todos los hombres que en el mundo llevan cruces muy pesadas.
Y a todos los que llevan cruces, pero especialmente a los que llevan las cruces más pesadas.

Es decir Señor, he poblado tu cuerpo con todos los hombres del mundo, los he refugiado dentro de tus heridas para sanar sus enfermedades, para resolver sus problemas, para terminar con sus dolores, sus angustias, sus tribulaciones Señor.

Sí, estamos en Adviento, esperamos tu Nacimiento Señor, pero tu Nacimiento me hace acordar de esta presencia que tengo delante de mí. ¡Más golpes, más heridas no pueden caber en un cuerpo!, y sin embargo, ningún hombre podría haber resistido tanto y vos lo resististe por cada uno de nosotros, buenos o malos, lindos o feos, bajos y altos, delgados y gordos, de todas las razas y religiones.

Es decir Señor, he introducido Señor porque vos me los estás dictando, he introducido en tus heridas, en tus golpes, en tus machucones, en tus moretones, a todos los hombres, mujeres y niños de la humanidad, que padecen algo en esos lugares donde vos estás sangrando todavía y donde te duele atrozmente, cosa que uno adivina pero que vos nunca decís nada.

Esa sangre que sale de tus pies Señor, que sirva para encaminar a los hombres hacia tu Misericordia, que queden marcas de la Sangre de tus pies en todos los países de la Tierra para que todos los hombres que tienen o que viven una vida torcida, para que mejoren su condición Señor.

Este acto de comunión universal Señor que me estás dictando, hace que también tenga que decirte que todos los hombres de ciencia vayan dirigiendo sus pasos hacia tu Misericordia, porque tu Misericordia a su vez los va a invadir.
Que todos los adelantos y progresos científicos estén nutridos por tu Misericordia, es decir, los hombres no son malos, necesitan que se los dirija y se los guíe, en consecuencia, la Sangre que mana de tus pies Señor será la que cubra a todos aquellos que tienen algún poder de decisión en la vida del mundo en este momento.

Siento Señor, que me estás diciendo en este instante, que nunca en siete años de las Apariciones se hizo un acto tan grande como el del día de hoy. Vos sos siempre Señor de las cosas imprevisibles, cuando uno espera lo de siempre, vos apareces con algo totalmente excepcional, y lo de hoy es excepcional, porque me has pedido que refugie a todos los hombres dentro de tu cuerpo dolorido, dentro de tus llagas, dentro de tus raspones, dentro de tu esfuerzo, dentro de tu dolor. Y me lo decís Señor que lo haga y me das el poder que lo haga Señor, porque menos no podría esperarse de quien nombraste Celoso Custodio de tus Mensajes.

Hoy, un día corriente, un día común, un día como todos, pero todos los hombres del mundo están refugiados en tu cuerpo, en tu alma y en tu Divinidad, todos. Quedarán aquellos de corazón muy endurecido, que seguirán en las huestes del maligno, pero no serán tantos.

Hoy Señor repito, porque vos me lo haces repetir, es un día de gloria que Nuestra Señora, tu Mamá, Nuestra Señora de la Esperanza, siembra en el corazón de cada hombre del universo, sea de la raza que sea, viva donde viva y tenga la religión que tenga, hoy la Madre siembra la semilla de la Misericordia.
Ayudada por el Espíritu Santo, que es Dios también, en cada hombre en este momento deposita la semilla de la Misericordia, en todos los corazones.

Señor, si alguna vez hubiera pasado por mi mente algo tan grande como lo que me estás mostrando hubiera dicho que era una ilusión o fruto de una imaginación frondosa. Pero vos en este momento, me estás mostrando Señor como millones y millones de Ángeles ayudan a tú Mamá a sembrar en cada corazón la semilla de la Misericordia.

Todo aquel que oye estas palabras y se muestra escéptico o no cree tiene todo el derecho, pero también debe tener la nobleza de reconocer cuando vea cómo empiezan a germinar en los corazones de los hombres la Misericordia del Señor.

Nada se olvidó, porque todo está dentro de vos Señor y vos estás dentro de
todos.

Amén.

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