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Mensaje del 05 de Enero de 1999

Si bien todos estos Mensajes son de enseñanza, de sugerencias, de deseos, de necesidades, tengan siempre presente que estos Mensajes tienen un profundo amor por ustedes.

Mensaje del 05 de Enero de 1999

Habla Artemio:


Hemos sentido tu presencia Señor, hemos sentido tus manos sobre nosotros, hemos sentido que te metías dentro de nosotros, para sanarnos todo aquello que no estaba bien y no solo lo físico Señor, sino también todo lo espiritual, todo aquello que conviene que sanemos, así como en otras cosas Señor te demorás en darnos la sanación, pero tenemos la tranquilidad, la total tranquilidad, de que has estado con nosotros, nos has llamado por nuestro nombre y has puesto tus manos sobre nuestra cabeza, ahora Señor hazte presente como lo haces siempre, para darnos tu Mensaje Señor.

Jesús ya está con nosotros, se ha sentado aquí a mi derecha, se ha llenado toda la habitación de Santos y Santas, Ángeles, Arcángeles, personas que no conozco, Santos. Habla Señor que te escuchamos, toda esta introducción Señor ha sido de alabanza, ha sido de agradecimiento, ha sido para estar a tono con vos, Señor.

Primero va a hablar Nuestra Señora.

Dice Nuestra Señora:

Si bien todos estos Mensajes son de enseñanza, de sugerencias, de deseos, de necesidades, tengan siempre presente que estos Mensajes tienen un profundo amor por ustedes, hablo de ustedes que están aquí presente y hablo para todos los hombres de la humanidad.

Mi tarea, la de Mi Hijo, la del Padre, la del Espíritu Santo y la de todos que habitan este mundo sobrenatural del Cielo, la principal tarea que tienen es amar, es amarlos y no es el amor de un momento, de un día o dos, o mientras caiga en gracia, el amor es desde siempre, para siempre, entiéndanlo Mis queridos, no tenemos otro oficio que amar, no hay otro oficio en nosotros que amar, entiéndanlo, compréndanlo, siéntanlo y abran vuestros corazones para que todo el amor penetre en ustedes.

Si en algún momento se sintieran huérfanos de afecto es porque todavía no entendieron cual es nuestra misión, siéntanse amados Mis queridos mañana, tarde y noche, siempre, en la noche cuando se despiertan. Piensen, aquí tengo cerca a todos estos seres que me aman, que velan junto a Mí toda la noche y seguirán velando en la mañana y siempre, Yo les pregunto: ¿puede un ser humano pedir algo más grande que el amor de su Dios y de la Madre de su Dios?, tal vez vaya toda una vida para entenderlo y tal vez recién se entienda cuando cierren los ojos y estén de este lado.

Dice Jesús:

Tantas veces les dije y les vuelvo a repetir, desde el seno de Mi Padre ya les amaba y les amé siempre, nada pasó sobre la Tierra que no haya sido testigo el amor que siempre Dios le dio al hombre, tanto lo amó que mandó a su Hijo a morir muerte de cruz para asegurarle una eternidad de gozo.

Son cosas que ustedes ya saben, pero que las repetiré todas las veces que sea necesario, así como los enamorados se repiten que se quieren, así también Yo les digo hasta el cansancio: les amo, les amo, les amo, pero no es un amor así lejano y sin sentido, es un amor que si el hombre quiere lo deja penetrar en su corazón y dentro de su corazón le da todo un panal de miel de dulzuras. Y pensar que hay hombres y mujeres que nacen y viven en una eterna congoja, mientras un Padre de amor les está ofreciendo siempre, no migajas, no pedacitos, no de vez en cuando, sino siempre, todo el amor que tiene disponible.

Entiéndanlo Mis queridos, no tenemos otro oficio que el amor y si a ustedes les parece que el amor humano es tan plenificante, tan maravilloso con lo cortito que es, piensen cuán grande es el amor que siente el Padre, siento Yo y siente el Espíritu Santo, es decir el Señor, nunca alcanzarían a medirlo, ni siquiera cuando estén de este lado. Y por más que sufran, por más que luchen, por más que en la vida les vaya de cualquier manera, todos tienen la seguridad, todos, que siempre están ríos de agua viva llenos de amor para calmar toda la sed que ustedes puedan tener y no solo en la Bienaventuranza, sino ya aquí en la tierra.

No lo desaprovechen mis queridos, nada hay tan grande como saborear el amor del Señor.

Dice la Madre Teresa:

Yo tampoco tuve otro oficio, aunque como ser humano, a veces hasta me olvidaba un poco de estas cosas y también muchas veces le reproché al Señor porque quería que me hiciera ver en ese moribundo hambriento su amor porque no lo podía ver; y más les digo, yo tampoco lo entendía.

No pudo nunca mi mente, por mucho amor que hubiese, entender por qué alguien tenía que morirse de hambre, hambre de pan y hambre de amor, nunca mis queridos llegué a entenderlo, trataba de explicármelo, pero no lograba entenderlo.

Dice San Martín de Porres:

Cuando uno nació pequeño, se crió pequeño y fue considerado siempre pequeño, entonces hasta una miguita de amor parece una enormidad, y fíjense ustedes que los grandes amores que yo experimenté en mi vida, no fueron justamente de aquellas mentes lúcidas que razonaban divinamente, sino los verdaderos amores los encontré entre todos los desarrapados, aquellos que como dice el Antiguo Testamento siempre esperaron una liberación que no les llegó de ninguna parte.

Cuando alguien no tiene nada, no espera nada, no está motivado por nada y su vida no es nada más que toda una frustración y a pesar de eso, te mira y te habla con amor, esa realidad no tiene ninguna dimensión humana que llegue a entenderla, porque que fácil es amar cuando todo va bien, pero que terrible se vuelve el amor cuando no se espera nada de nadie.

Entiendan mis queridos estas cosas y grítenlas muy fuerte, porque el mundo está necesitado de que alguien les grite en qué consiste el amor verdadero, el mundo está muy necesitado, porque el mundo está huérfano de amor y llaman muchas veces amor a otras cosas que nada tienen que ver. Todo está mezclado y confuso, ustedes pueden aclarar muchas cosas.

Dice San Artemio:

Yo puedo hablar de dos tiempos, los tiempos en que viví y los tiempos en que gocé de la Bienaventuranza, pero si el mensaje es para los hombres, tendrá que ser de los tiempos que viví.

No voy a ser extenso, solo les digo que no entendí el amor, no entendí nunca el amor, hasta que golpeó a las puertas de mi corazón Jesús y entonces allí sí caí de rodillas y comprendí todo y todo lo que había vivido antes, me pareció tan vacío y tan nada que mirando hacia atrás mi vida estaba totalmente vacía, es decir, mi vida tuvo dos partes: cuando estuvo vacía y cuando lo encontré a Jesús. Y cuando lo encontré fue tal mi regocijo y hasta mi pérdida de control, que gritaba en medio del campo, en medio de las ciudades o a quien quisiera oírme: he encontrado al amor, vengan, vengan que puedo mostrárselos.

Es cierto que mi primer vida fue vacía, pero mi segunda vida con Jesús, fue tan llena, tan tremendamente grande, que tal vez un día de amor hacia Jesús equivalía a toda mi vida anterior.

Grítenlo hermanos, grítenlo hacia los cuatro puntos cardinales, quien dice saber algo del amor, sino lo conoce a Jesús, no sabe nada.

Amén.

Habla Artemio:

Perdón, perdón, perdóname Señor, yo pequé ante Ti, perdóname Señor. Perdón, perdón, perdóname Señor, yo pequé ante Ti, perdóname Señor.

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