Mensaje del 19 de septiembre de 1996

Dice la Virgen María:

Todavía no tengan en cuenta los colores de mi vestido, te lo diré oportunamente.

Mi imagen va a ser distinta de la que estás acostumbrado ver, porque tendré sobre mi corazón la paloma del ESPÍRITU SANTO.

Ha llegado el tiempo de decirles a los hombres que el Nuevo Pentecostés ha llegado.

 

Muchos no entenderán ni comprenderán, te ridiculizarán y empezarán a tirar piedras, pero seguí adelante hasta lograr mis objetivos.

Quiero que los hombres ensayen nuevas formas de oración donde estén involucradas todas las cosas.

No te olvides de que hablo especialmente para toda América pero en mi mensaje involucro también a los otros Continentes. El hombre está peleado con las cosas, destruyen toda la naturaleza y preparan su muerte. Destruyen las plantas, extinguen las especies, contaminan todo. El hombre tendrá que amigarse con la naturaleza y crear formas adecuadas para protegerlo todo. Este concepto tiene tanta profundidad y extensión que lo abarca todo.

Que todos los hombres sean humildes y sumisos, que dejen que el ESPÍRITU SANTO hable y llene las mentes de ideas nuevas y de nuevos sentimientos.

Me encanta el ejemplo que diste de San Ignacio de Loyola, llorando delante de una flor, postrado de rodillas y tocándola con su bastón, significando la belleza DIOS allí.

Decí a los hombres que no se cansen porque todo hay que hacerlo de nuevo (hablo en sentido figurado). Hay que consultar a los científicos, pero en primer lugar el ESPÍRITU SANTO. ¡Pobre la Ciencia de los hombres, no es nada ante la sabiduría de DIOS!

Quisiera que escribieras todo lo que dijiste del orden que debe reinar en la naturaleza y que se toman como mensajes que digo YO, porque el concepto está impecable (se refiere al tema de Evangelización que traté en el grupo de oración).

Yo te iré inspirando muchas cosas durante el día… es cierto que te debes a los enfermos pero más te debes a mí, es necesario que escuches mi inspiración los viernes, sábados y lunes. El domingo reza mucho (además siempre vengo los martes, jueves y sábados por la tarde).

Yo te iré dictando y te corregiré cuando no escribas las cosas bien.

(No tengas tanto miedo que no sean mis palabras). Y ahora les digo a ustedes que los amo mucho y nunca se imaginarán la felicidad que me dan.

América es el gran dolor de mi alma y el de mi HIJO, porque nunca se la tuvo en cuenta como debería. ¿Pueden señalarse en América muchas cosas que no sean injustas? Se han acostumbrado tanto a vivir entre las injusticias que les parece muy natural.

Mi HIJO ha compensado en la vida eterna todas las maldades que se cometieron, pero ya basta, llegó la hora de la conversión. ¡Pobres de los que no escuchen estos mensajes! No tendrán paz.

Me gusta que adoptaste lo que dije: llevar tres rosarios en el cuello para honrar a cada una de las tres personas de la Santísima Trinidad; no hay obligación de llevarlos pero me gusta que lo lleven. ¿Por qué digo esto? Porque estamos acentuando las tres personas y de esta forma vemos que no olvidamos al ESPÍRITU SANTO porque les pido y lo haré mil veces: iniciar la gran cruzada del ESPÍRITU SANTO en América y en el mundo.

Les doy muchas gracias por la hospitalidad y desde hoy bendeciré especialmente a todos aquellos que se sienten donde yo estuve sentada.